Estando a solas
escuché los murmullos de la tierra.
Parecía cocer panes
y preparar abrazos de estrellas.
En su silencio, escuchaba
los diálogos de su voz interna,
como si ensayara sus líneas
para iniciar una guerra.
Sin armas, llamaba a los árboles
y a las flores en su belleza,
a las aves que surcan los cielos
y a los ríos que los campos riegan,
a los niños que irradian su alegría
y los amores que todavía se besan,
para que recordaran al hombre
que no vive solo como verso sin poema.
Y entendí que existen otras voces
que hablan al hombre en la Tierra...
para que no olvide a quienes habitan
como su prójimo en este planeta.
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