Miguel Ángel Cisneros

La amarga gloria del verdugo

Fernando inhala los alientos coléricos de la multitud

para llenar de ímpetu sus anhelos de sangre.

El ambiente es dominado por la bruma oscura

causada por el placer de lo marchito.

 

Entonces Fernando desenvaina su aguijón

para punzar los latidos moribundos

de la flor que para mañana

a esta hora estará mustia.

 

Sus pétalos fallecen uno a uno

mientras Fernando aspira

el aroma ocre de la victoria.