William Irving Howard Lopez

\\\\\\\"Convenio de Paz\\\\\\\".

 

 

Junto a la calidez de una mañanera taza de café,

escucho las cadenas trasnacionales de noticias

informandonos que por primera vez en treinta años

fue posible observar  a los montes Himalaya

desde las congestionadas planicies de la India.

 

…que el smog por fin no salió a merodear

por las calles de París, Beijing y Nueva York,

que focas y delfines volvieron a disfrutar

sus aguas ancestrales  en los mares del sur.

 

…que los osos polares fueron vistos revolcándose

confiadamente  entre flores rojas y blancas

de la canadiense Churchill,

sin miedo a las cámaras y a la investigación.

 

…que miles de tortuguillos retozaron libres

por las costas del mundo hacia el cielo azul,

sin temores a los restaurantes y sus cocteles.

 

..que los barcos dormitando solitariamente

en los puertos Japoneses y nórdicos

no lanzaron sus mortífera redes y trampas

propiciando la  vida  en los océanos.

 

…que después de muchísimos cumpleaños

la Tierra reportó mejoría en su capa de ozono,

y su rotación se evidenció más fresca y sosegada.

 

…que la tierra y la naturaleza  al fin

respiraron libres sin la mordaza

de la presencia humana y sin necesidad

de conferencias, cònclaves ni fallidos protocolos.

 

Las cadenas trasnacionales de noticias informaron

hoy por la mañana que los seres humanos,

presos del pánico y la impotencia,

con el Dios en la boca  y la ciencia en las manos,

no salieron de sus casas,

que permanecieron confinados en cuarentena

ante una pandemia que los mata por miles y por igual.

 

Mientras en las alcobas y casas presidenciales

se discute si la peste ha surgido

de las profecías bíblicas, del murciélago

o de los laboratorios orientales u occidentales,

sin percatarse que dichas  posibilidades 

solo son matices  de un único camino

escogidos por la misma naturaleza,

la humanidad continua escribiendo curvo

en supuestas líneas rectas de perdición.

 

Hoy por la mañana mi alma agobiada,

desde la calidez de mi matutina taza de café,

no pudo encontrar sosiego

en el huracán del acertijo

y continúa cuestionándome interminablemente;

¿Por qué se debe de escoger entre;

la humanidad y la tierra,

quien es el que debe de sobrevivir?

¿Por qué los hombres y mujeres no concebimos

un verdadero pacto de convivencia pacífica

con nuestro planeta que preserve por siempre

y para siempre  la creación de Dios?

¿Hasta cuándo tendremos  una respuesta

de vida para con nosotros mismos?

 

 

 

 

William Irving Howard Lòpez.

Nicaragua, C.A.