Anoche, otra vez, te soñaba
tú eras un río fértil y manso
de orillas azules y mi brisa robabas
que, a tu verso se enhebraba.
Y en aquella siesta sanjuanina
desplazándote sobre mi regazo
a tu vera, yo me adormecía.
Después, yo era una selva misteriosa
que sorbía el andar de tus aguas copiosas
y mientras que mi aliento
te navegaba flamígero
tú me abrazabas por dentro,
todo… todo al mismo tiempo.
Anoche , otra vez, soñé contigo.