No es la pena destronada
la que se derrama casta...
entre rosas casi desahuciadas,
No es la amapola sin corona
la que se marchita triste
entre espinas deslucidas
en sus aristas,
No es la infancia
desasida...
ni la vejez infame,
la que se derrite fresca
entre cementerios desnutridos
de puñales,
Porque toda espera
es la eternidad convulsa,
y el amor...
se desnuda cada día,
en la esencia declarada
del silencio.