Tiempo inseguro, llevas siglos
en tu sutil oficio.
Tejes sin descanso la seda
que a diario se ensucia con huellas,
las cuales construyen un bordado gris
sobre los colores que intentas
manifestar en cada puntada.
Coses con aguja de plata, pero
cuando falla, no te importa
completar el trabajo con el dardo.
¿Qué hay de tus antiguos tejidos?
Fueron adornados por pisadas fuertes,
marcadas por botas y herraduras;
por pies descalzos y sudorosos.
Parecían más finos los viejos hilos.
Los que me envías ahora se rompen
con mínimas fricciones. Ya no son
indelebles al tacto de manos rotas.
Pareciera que tus actuales obras
hubieran sido fabricadas con
la intención de permanecer
en un capullo, frágiles y vistosas,
pero inservibles para emprender vuelos.
Ya basta de estas brevedades,
devuélvenos las telas fuertes
a las cuales nos acostumbraste,
no podemos vestirnos de esta manera
o en la mitad del camino, quedaríamos
expuestos e indefensos.