Miguel Ángel Cisneros

Sastre eterno

Tiempo inseguro, llevas siglos

en tu sutil oficio.

 

Tejes sin descanso la seda

que a diario se ensucia con huellas,

las cuales construyen un bordado gris

sobre los colores que intentas

 manifestar en cada puntada.

 

Coses con aguja de plata, pero

cuando falla, no te importa

completar el trabajo con el dardo.

 

¿Qué hay de tus antiguos tejidos?

Fueron adornados por pisadas fuertes,

marcadas por botas y herraduras;

por pies descalzos y sudorosos.

 

Parecían más finos los viejos hilos.

Los que me envías ahora se rompen

con mínimas fricciones. Ya no son

indelebles al tacto de manos rotas.

 

Pareciera que tus actuales obras

hubieran sido fabricadas con

la intención de permanecer

en un capullo, frágiles y vistosas,

pero inservibles para emprender vuelos.

 

Ya basta de estas brevedades,

devuélvenos las telas fuertes

a las cuales nos acostumbraste,

no podemos vestirnos de esta manera

o en la mitad del camino, quedaríamos

expuestos e indefensos.