La mujer perfecta no es aquella con medidas impecables,
piernas largas y muslos notables,
Mucho menos la poseedora de esa inverosímil
proporción entre la cintura y las caderas.
No es necesario tener pechos voluptuosos,
un abdomen plano, ser libre de estrías
o arrugas en el rostro.
La mujer perfecta no la define la talla o estatura,
el color de piel o cumplir alguna expectativa que no sea suya.
La mujer perfecta es aquella que sabe su sensualidad innata,
demuestra su seguridad al andar,
y ama su reflejo sin darle importancia de más.
Libre de pudores y llena de libertad,
radiante de sueños,
perfecta al sentirse plena, y
deseada tal como es al amar.