La fragilidad,
esa encrucijada
entre la vida y la muerte,
jugaba con la confusión
y la convicción.
Allí,
estaba el Ser Supremo,
esperando mi decisión.
Abandono total,
era soltar una parte
de mi naturaleza física
para salvar
el don de la vida.
Me separé
de mis pensamientos,
una calma profunda
me abrazó con ternura,
arropando mis miedos.
Aquella tormenta
de palabras turbulentas
me hicieron naufragar.
Jesús,
calmó las aguas
volviendo la alegría,
los deseos de vivir...
en la paz absoluta;
vuelvo a amar,
a sonreír,
a soñar.
Escapo de la enfermedad
ardiendo lentamente
en el fuego de su amor .
Dejo que su luz descubra
los colores de la vida,
de mi familia,
de mis semejantes.
16/5/20
Walter Rafael Agüero Gómez