Escuchando el cuarto movimiento
de la primera sinfonía de Brahms, que tanto te gustaba, pienso
en los años que ya llevas sin que la música,
esta creación solo nuestra, solo humana,
pueda llegar a tus oídos, que se disolvieron con tu cuerpo,
y haga vibrar tu cuerpo y tu mente que ya no existen
sino en la memoria que yo guardo de ti.
Todavía siento, a momentos casi con miedo,
casi con un sobresalto, como la música me lleva,
por así decir, cuerpo y alma,
hacia una dimensión del ser
antigua y presente, me gustaría
decir eterna, en la que están
los recuerdos, los anhelos y las vivencias
de los miles de millones
de hombres y mujeres que hemos pasado
como sueños sobre la tierra.
Tu ausencia se me hace más dolorosa pensando
en que te quedaste fuera de nuestro tiempo,
fuera de este tiempo humano y viviente que es nuestro
como es nuestra la música, su ritmo, su orden,
su armonía que rescata la salvaje violencia del caos.