Mil monedas fue tu pago
cuando quise darte un beso,
año y medio estuve preso
como un niño viendo el lago
pero ansiando algún regreso.
No te culpo ni me engaño
pues al fin vencí tu enojo,
sobre el suelo va mi antojo
dando tumbos todo el año
como un falso lienzo rojo.
Sé que yo perdí la calma
cuando el sol quemó tu llanto,
pero Dios tendió su manto
hasta el pie de aquella palma
donde vuelve a mí tu canto.
Hoy te miro y muy deprisa
vas dejando el tibio suelo,
huye al mar o ven al cielo
donde pueda oír tu risa
tibia y blanca como el hielo.