La última vez que me habitaste
Aún estabas en mis ojos
Ibas cargando tus sueños
En un bolsito rosa
Cruzaste la calle como atravesando mundos
Eran sólo dos cuadras
Desde que soltamos las vidas, de las manos contritas
Y ya me dolía tu ausencia
Como aún duelen los días.
Habíamos cabalgado
Tantos infinitos esa noche
Pero a veces la realidad golpea
Como el Sol en la caverna de la vida
Quizá por eso, no quisimos abordar la noche con el sueño
Renunciamos al arrullo
Tan sólo era el deseo de ser ese “tú y yo”
Ahí los dos fusionados, en una sola esfinge
Haciendo real, toda los mitos
Vistiéndonos de estrellas y de nubes
(Apenas pudo estar la luna de testigo… muy a lo lejos)
Jamás fue miedo a que se acabe la noche, ni las llamas
El miedo era a concebir el espacio sin nosotros
Sabíamos que en el grito del silencio
se anudaba el temor como una trampa inevitable
Que los rescoldos resistirían el olvido
Y nuestros abrazos entonces decidieron
Tener todos los tiempos
Todos los versos
Y nuestros besos... toda la poesía.
Huérfanos de ropa
Nos descubrió el la luz que se colaba sin permiso
Y el maldito segundero que aceleraba el pulso era inclemente
Ahora entiendo, nos faltó experiencia.
Duele aceptar los espacios prolijos de los cuerpos
Sé que te costará vivir de esta manera
Como a mí me costará morir, sin tu voz contándome tus sueños,
Tus teorías locas acerca del color de mi alma
O tus profundas reflexiones
sobre la génesis de mis lágrimas y mis suspiros.
Todavía siento tu rocío acariciando mis poros
y tu galope acelerado enraizado en mis entrañas
¡Oh cuántas noches vivimos esa noche,
¡ Cuántas vidas ¡
Y esa promesa hecha de realizar lo que queremos
Intentando jamás de destruir el vínculo invisible
Ni desatar el nudo.
Ilusos los dos
Que no advertimos el ocaso
Ni las cadenas que las huellas azules y perennes que forjamos
Y que aceptamos sonrientes, Sí, tan felices y tan firmes.
La nueva realidad
Anegó nuestra existencia
Negándonos, la inmutabilidad del viento que se impregna en las rutinas
Cabalgamos los sueños
Con los ojos abiertos
Con el pecho empapado de desiertos
Y es más seguro, que habrá un bolso color sepia
Como las hojas de otoño
Que llevan nuestros nombres
Y la promesa encendida, esa promesa que hicimos.
en tránsito del suelo y acaso del olvido
y ahora que estás tan lejos en la distancia y en el tiempo
y quizá en en otro cielo
o quizá en otra tierra.
Yo aún no puedo evadir, la contemplación efímera de aquel momento
Ahí los dos caminando
Cruzando la avenida
Ahí los dos caminando
Atados a la vida
Y en tus dedos el pulso, que acelerado confesaba
A las palomas trepidantes de mis manos
su intención gemela
De no soltarnos nunca.
Y ahí avanzando los dos en el silencio, preñado de silencio
Apuñalados sin piedad por las horas malditas
Quebrando las esquinas
Para alargar las calles
Con la intención profana de evitar el adiós
y ahora que estás tan lejos en la distancia y el tiempo
y quizá en otro cielo
o quizá en otra tierra.
O quizá compartiendo el mismo horizonte, cuando sol se encuentra con las olas
yo seguiré en tus silencios, como puntos suspensivos
Como tú, que aún habitas, de polizonta en mis rincones
Y aún serás, más que las pavesas del incendio
Que me consume en cada infinito
Apeando la corriente de mi impulso de vida
Para romper las paredes
Porque además de lo que prometimos esa noche
Yo me prometí todo esto… como una adenda.