Xabier Abando

Muchas gracias, doctor

 

Este virus maldito, iconoclasta,
hablando en general, no hace distingo
a la hora de elegir, le da lo mismo
si su víctima es pobre o tiene plata.

 

Desprecia cuantas cosas este mundo
valora, como títulos o rangos;
poder y riqueza, honores y cargos,
lo mismo le dan, él sigue su rumbo

 

y al que osa interceptar su trayectoria
lo arrolla sin piedad, por mala entraña,
con débiles y ancianos más se ensaña
y a muchos no les deja escapatoria.

 

Pero hay profesionales sanitarios
que, por otra gente, arriesgan sus vidas,
personas cien por cien comprometidas,
que no ahorran esfuerzos solidarios

 

y, a veces, por no estar bien protegidos,
resultan muy expuestos al contagio;
a flanco descubierto es temerario
luchar contra estos virus asesinos.

 

Mi querido doctor, tal es su caso,
y un drama: por entrega y mala suerte,
sostuvo, cara a cara con la muerte,
combate fiero, en la UCI, intubado,

 

Le hacía un mártir más de la pandemia.
Recuerdo que decía; “rezaría,
si fuera yo creyente”; probé un día
y, en lugar de oración, salió blasfemia.

 

Atento estuve a cualquier novedad,
y ahora recibo noticias muy gratas:
la UCI quedó atrás y ya está en planta;
¡qué alivio!, ya pasó la gravedad.

 

Doctor, me alegro mucho por su vuelta
porque de ida y retorno fuera el viaje,
escribo este poema en su homenaje,
de cuyo fundamento he de dar cuenta:

 

Por mor de sus virtudes de certero,
muy experto y seguro cirujano,
de un enorme prestigio, bien ganado,
un octavo de siglo, casi entero,

 

que doce años son, más otro mediado,
le debo, doctor Pac, de nueva vida,
que estoy viviendo, claro, de propina,
mejor dicho, doctor, de su regalo,

 

el máximo que, en vida, he recibido
y ha sido para mí de gran valor,
me dio más vida, fue mi salvador,
le estoy, por ello, muy agradecido,

 

A pesar del estadio del tumor,
primer grado*, dudaba en operarme
seguro ya de no poder salvarme
en caso de quitar todo el pulmón,

 

el otro lo juzgaba insuficiente
en viendo el mal aspecto que tenía
y tras la prueba de espirometría,
de un resultado un tanto deficiente.

 

También quitando un lóbulo, por cierto,
estaba en duda el éxito; el problema
era sencillamente el enfisema
que el pronóstico hacía más incierto.

 

La sola alternativa era una pauta
de quimio dura, administrada en tandas,
terapia paliativa, en la esperanza
de, con fortuna, hacer sonar la flauta.

 

No daba yo ni un duro por mi vida
y aún estando resignado ya a mi suerte,
turbábame la idea de la muerte
y a veces por las noches no dormía.

 

Tras la fisioterapia que ordenó
y nuevas pruebas de espirometría
aún la incertidumbre persistía:
había que arriesgarse y arriesgó.

 

Por suerte, me intervino con presteza
y todo resultó a pedir de boca,
un gran alivio evocarlo provoca
y todo se lo debo a su destreza.

 

Mi neumólogo ensalzó, por genial,
su figura y la exacta cirugía,
de suerte que preciso no sería
remedio ni terapia adicional.

 

Un par de años después matizaría
diciendo que el tumor no era una broma,
que era un temible adenocarcinoma,
y solo era eficaz la cirugía.

 

Celebro así su acierto doblemente
el riesgo que asumiera al decidir
cortar por lo sano: hoy puedo aplaudir
su victoria en combate con la muerte.

 

Gracias de nuevo, doctor, por salvarme,
por salvar tantas vidas, por seguir
luchando en este mundo, por vivir,
y por ello poder congratularme.

 

@ Xabier Abando, 18/05/2020

-

(*) No dábamos con el, bien se escondía,
tenía que haber algo, me dolía;
ni algunas detalladas radioscopias
ni un par de deliciosas broncoscopias,

detalle del neumólogo conmigo,
lo tengo desde entonces como amigo,
nos dieron pista alguna de la causa
de aquel dolor notable, mas, sin pausa,

en busca del motivo original,
seguimos, hasta un PET que dio, al final,
la imagen de estructuras tumorales.

PET-TAC’s se hacen ahora, más actuales,
Entonces, por quien se arriesgó a operar
sostengo yo que me salvó un PET-PAC.