Cuando en la vida me pierdo,
a ti regreso,
y me curo, me sano y me purifico,
en un vivir auténtico...
¡Ay, mi Dios eterno!
que me pones una mano sobre el hombro,
en misa cada domingo,
cuando me ofreces tu sol eucarístico...
Es en tu aliento compasivo,
cuando vibrar parece aun más, el aire que respiro,
algo difícil de interpretarlo,
la extraña maravilla que por dentro siento...
Te amo, y por ti soy amado,
guía de luz clara, hacia el camino divino,
y que sea mi absoluto,
alcanzar tu herencia eterna, allí en el infinito...