...Y entonces comenzó a cerrarse la noche,
despidiéndose una a una las más lejanas estrellas,
de pronto se corrió la noticia que habían descubierto agua en la luna,
pero, yo sonreí un poco, porque ese mar también se lo había regalado a ella.
El abrir de los ojos trajo a su vez el claroscuro silencio,
con promesas descendiendo y el corazón lleno de murmullo,
sus labios refrescaron las hojas del otoño,
mientras un colibrí hacía un pacto con el sonido de su alma.
Allá muy cerca de Ancón yo le establecí una morada en un castillo de arena,
y ella supo esperarme bajo las acuarelas del arco iris que no sé si lo pintó Dalí,
indagando tiempo a tiempo me di cuenta que la pensaba a cada momento,
y al fin entendí por qué yo sólo dibujo sus huellas.
En una bocanada de esperanza se convirtieron mis antiguas penas,
porque aprendí a apreciarla aún antes de conocerla,
teniendo en cuenta la profundidad de lo que siento,
ya he medido el espacio infinito que he reservado para ella.
…Y entonces me quedé esperando el suave toque de sus manos,
invitando a una sonrisa a escribir de la manera más sagrada,
la encontré con un clavel y un vestido blanco,
y con un camino largo donde me invitó a caminar.
Ricardo Felipe
El último bardo
Poeta vanguardista