Guardián De Ángeles

Al unir nuestros corazones

No desconfío de los tratos
que a mi alma le confieres,
te creo cuando dices que me amas,
yo contigo tengo lo mejores
momentos y cuando no me encuentras
no es porque te abandono,
que en sigilo te envuelvo mientras
mi alma y mi corazón te doy;
mi deseo aumenta día con día
y te vuelves una necesidad vital,
te amo tanto, tanto, increíble,
porque eres el ser más auténtico,
en tus silencios me pierdo,
consciente estoy que es duradero
este sentimiento tan tierno
que se ha anidado en mi memoria;
imposible es arrepentirse
de un sentimiento tan sublime,
¿acaso es posible?, responde,
antes de olvidarlo mejor la muerte,
ante el incierto porvenir la duda
invade mi mente terca
y es normal que el miedo arribe,
pero te amo, bello ser, mientras vive
nuestra historia que aún se escribe…


Tus pasos marcados
en mi mente quedan,
¡ay!, que no arremetan
mis deseos desesperados...
para no ausentarme,
antes que yo pueda sucumbir
lejos de las bendiciones
que has de concederme
al unir nuestros corazones.


Si en una sonrisa está la gloria,
incapaz me siento de huir de ella,
romper atrozmente la vivencia
incluso si es por naturaleza mágica,
¿a causa de mi insensatez?, eso no,
tiempo es menester, en este instante,
en el que mi corazón irresoluto
quizás busque huir, simplemente se aturde;
un día alejado de ti sería eterno,
imposible se me ha vuelto el olvido,
entonces, por eso no puedo abandonarte,
reviso en mis sentimientos y hoy lo sé,
ocasionalmente de ti me embelesé.


Qué sublime sentimiento mora
en tu corazón y que mi ser encumbra,
el céfiro conduce mi vereda,
y en seguirlo estoy mientras aún
sostengo el ritmo de mi danza,
y si cada pie por ratos se agota,
con premura soslayo la muerte fiera,
que mientras yo así te ame,
serás la causa de mis aspiraciones,
por la gloria que guardas en tus ojos;
cantarán los amaneceres como las aves
en un concierto de griteríos tenues,
y las sonrisas que la vida manifiesta,
reconfortarán a mi alma que se derrite,
que en la porfía mantengo mi paz,
recalcitro en mi andar para hallar tu rostro,
pues la existencia va cobrando sentido
cuando me aproximo a tu cielo,
para matar en tu diáfana cognición
a los demonios de mi infértil corazón.