Los primeros rayos de sol acariciaron su rostro.
La brisa fina besó su frente de nácar.
El rocío mañanero refrescó sus labios resecos, donándole suavidad, dulzura, sosiego.
Sentado estaba al borde del camino, en silencio; contemplando todo lo que sucedía al su alrededor. El día poco a poco extendía su alas y envolvía todo a su paso. Él un simple espectador.
Quería mantener la esperanza a pesar de todo. Ser positivo y confiar que el llamado “destino” lo sorprendiera en algún momento; en tanto seguía su camino. Amando y tratando de dar lo mejor de sí. Queriendo ser la mejor versión de sí mismo. Seguro estaba que no era para nada perfecto y en el fondo, no pretendía serlo. ¿Existe la perfección en este mundo? Pues no.
Algunas heridas llevaba en su corazón (¿Quién no?), gracias a ellas conocía un poco más (no es arrogancia) al ser humano. Duele aún tu ofensa, tus palabras que causaron tanto dolor por inesperadas que fueron.
Menos mal que amigos verdaderos (pocos mas sinceros) tenía a su lado y eso lo conformaba, eran su sostén y fuerza.
Aún hay mucho camino que recorrer. Mucha tinta aún por gastar, sentimientos, experiencias, vivencias que plasmar, senda amplia y rica por caminar.