Te perdí una mañana en la que mis brazos no pudieron contener tu calor y el frío de la mañana congeló tu corazón.
Te perdí sobre las sábanas de la cama que presenciaron con ambivalencia el golpe de la indiferencia de dos almas ajenas.
Te perdí en la rutina de los días que lentamente mató tu sonrisa y convirtió los recuerdos en agonía.
Te perdí en el deseo burdo de mi erotismo que no tuvo el acierto para encender tus instintos y calmar tus ganas de vida.
Te perdí en mi coraje por tu apatía que aplastaba mi alma al no sentirte mía.
Te perdí en mi llanto que ahogó en silencio mi pasión cada día convirtiendo a mis deseos en una pesadilla.
Te perdí en la realidad de mi vida en donde los sueños de un día eran tan sólo una fantasía.
Te perdí por todos los errores que cometí, que fueron tu escusas para irte de mí.
Te perdí, se que te perdí cuando entendí que el amor sólo existió en mi y no fue suficiente para que lucharas tú por mi.
Hoy queda el dolor de lo que fue y el recuerdo de lo que nunca hubiera podido ser y por eso sé, que al final, no te perdí porque tu soberbia nunca te dejó amarme como yo lo estaba de ti.