Maldita vocación.
Que me trata como quiere
que se va y viene
y regresa con una multitud de inviernos siendo primavera.
Se mete sin prisa
por cada rendija de este roto corazón
y entre cada paso que me envuelve,
llega desgastando cada tinta entre papel de otoño.
Y a solas, vuelo
entre la infinita verdad y lo incierto
cada palabra que se viste de ideales,
y los resultados con que se desviste son un desastre.
Maldita vocación,
que no me quiere
y me abandona en la rutina,
pero me invita una taza de café cargado
mientras le canto despacito.
Bea Ramírez
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