En un poema se ofrenda el corazón
y cuando ese corazón ya no es nuestro,
se avizora que han quedado sólo cantos,
y queda atiborrarse -en un acto de amor-
con más cantos para no matar la alegría
de vivir… para seguir entonando canciones
diversamente, pues al perder la razón,
la sonoridad de voces evitará nuestro fenecer,
que los sueños que se extraviaron en las negruras
ya nunca retornarán… queda el consuelo
de poseer un ángel en el exilio del cielo,
quien otorgue vida al que muere en sus lances,
constituyéndole nuevamente en un hombre
si solamente puede oír del ángel su nombre.
En el recinto do te hallas lúgubremente
vigilas las partículas de lluvia precipitándose
sobre el verdor de las coníferas que se enaltecen
y estas conocen la secrecía de lo que no dices;
la vida se envuelve con el cendal del celaje,
emana la proliferación de fragancias con vitalidad
y los fragores muestran su emoción
con estrépitos que portan oscuridad,
los alcores se yerguen fatuamente escuchando trinos
de aves que epilogan tu llegada con gracilidad
y vas a manifestar tu vida, lo percibo,
sin moverte recorrerás caminos que se enranciaron
desde la vetustez del recinto do estás,
tapias cetrinamente permanecen en expectación,
porque auscultarán momentos
de la historia con extravagancia que rememorarás,
empero tus ojos que se asemejan a los de un moribundo
se niegan a verter tus memorias para no llorar
al momento de evocar sucesos que van emergiendo
ahí do habitaron los espectros que torturan;
-aún ahora- con la luminiscencia
de tu habitación en su penumbra, taciturnamente
te vigila la mercenaria de la noche,
para arribar en tu lecho con vehemencia;
las sonrisas se secaron en tu regazo
chamuscándose, mas no la flor del friso,
la luna emergió desde el techo
y con el anhelo de abrazarte con ternura
se escondió hasta bajo de tu cama,
sentada estás y a ella le bebes el miedo,
esperando estás del céfiro un torpedo,
el viento en connivencia con la dama de manto negro
-dueña del tiempo- de ti se bufonean,
calándote el frío hasta tu osamenta aun con vida;
el tiempo no se comporta contigo comedidamente
y quieres apresarlo donde no vean
los árboles que te juzgarán por tu excentricidad;
tienes sed del tiempo que aún no bebes
sin pagarle ese precio que le adeudas;
resuenan sentencias en cada vocecita
de las hojas que petrificándiose te ven,
sin embargo te mofas de sus bullicios,
mientras que los sueños no dormidos son dolencias
que ofrendas para que te den
la anuencia de enmarcarte en el muro;
la flor en la orla vivirá aunque mueras
y resistirá expectante mil noches
para morir hasta cuando ya -sin prisas-
decida yo finiquitar mi existencia
para unificarme con tu esencia.
En tus ojos no puedo evitar leer
los sentimientos que calla tu corazón
al incrustarme en la feminidad de tu mirada,
tu boca deliciosamente me musita con cariño
cuando tus manos se estremecen por el fuego
emitiendo palabras con excepción de mentiras;
activé mi pretensión de vivir
en todas tus mañanas, y de vigilar
tus sueños para registrar cuando suspiras;
una vida sin ti se torna en un martirio
mas el fulgor de tu mirada es mi quimera,
un crepúsculo sin sol es un absurdo
y yo sin tu perspicacia soy un inepto,
te imploro que me beses sin más demora,
que no te lo impida el tiempo ni el lugar,
por favor ven a mí ya sin dudar,
¿acaso no imaginas cuánto te amo?,
¿no sabes que mi alma por ti llora?,
por ti me muero, que casi prefiero
dejarme consumir por la muerte
si es que vivir sin ti será mi suerte.
Inexplicable es tu abandono
que parece incierto, inadmisiblemente
arremete contra mí carcomiéndome la demencia,
excitación por la falta de control para la inquina,
y yo me digo: «esto no es posible»;
se vierten panoramas en una embocadura,
la sangre refluge mientras la increpa otra voz,
¡ay! tu deserción minimalistamente resalta
y se llena de geometrías en abstracción,
al punto que no puede arrogarla mi mente en su turbación,
en solitariedad quedo y temo que no resista
mi alma que así recibe tus flechas,
sin la mínima conmiseración,
dejándome sumido en la cerrazón.
Si te dejo deambular en mi mirada,
déjame sumergirme con lentitud en tu faz,
déjame desnudar a tu alma que es como ninguna
y navegar en esa tu intimidad que reservas;
si te dejo acurrucarte en mi centro que palpita,
yo, en la calidez de tu oquedad voy a deslizarme,
y en el plumaje de tu aspiración el éxtasis
-descubriendo tus secretos de lo interior-;
quiero palpar con sutileza tus anhelos
y esbozar las siluetas de tus preferencias,
abrigar a tu pecho con mis empeños
y apaciguar internamente tus aflicciones,
alimentar a tu fe con mi dulzor
y esculpir tus fruiciones con mi impulso,
si te dejo acurrucarte en mi pecho;
-resguardándote en cada brazo-
déjame disfrutar la travesía en tu ser
desvistiendo paulatinamente a tu alma,
uniendo mi terneza contigo, mujer,
y otorgándonos juntos el arrebato de la calma.
Bajo el temor de enfrentar mi realidad,
permanezco sin ti, en este presente
que invariablemente trascurre hacia lo eterno,
aniquilador y embriagador suceso
que me asesina en cada palpitación;
-una eternidad sin ti mi alma no tolera-,
alejado para siempre es una condena de suma crueldad
sin poder participar del resplandor de tu compañía...
¿acaso tras la muerte sin enmienda
habitaremos con el alma dócilmente
y sin reconocernos seguiremos en la misma senda?