Y él John, con las amarras del corazón, hasta el cuello. Sólo desafío la manera de ver y de acariciar el tiempo como uno ¿perdido o recuperado?, pues, ni él pudo en saber, en devolverle al tiempo, sabiduría y experiencia, y casi con la misma clase, de idiotez que él se gastaba. Sólo se llevó una sorpresa, una mala actitud, y un desperfecto entre lo que más se hace como el mismo desenlace, cuando se hizo como el alma sin luz. Cuando en el camino se realizó lo que más quería Ellence, que él, John, tomara la pócima, la que en el alma se debatía entre lo que más cosechaba Ellence, que el amor de John fuera para ella y nadie más. Cuando en el alma se estrechaba en contra de la luz, y sabía que el deseo fue como esperar por el mal vivido. Y se fue por el rumbo, por el ocaso, por el frío y se dijo que no, no quería ser el amor y la pasión de Ellence.
Sólo quería ser fuerte para ser el mejor químico de la clase y del mundo entero. Sólo se debatió una forma adyacente de creer que se enferma John con esa pócima, que suele ser la que enamoraba a John de Ellence, pero, no, nunca lo llega a enamorar, sólo se llevó una enfermedad y fue que la pócima o el brebaje, sólo perfiló un mal desastre de hacer creer que el amor se enamora de Ellence. Sólo que el silencio se abasteció de calma y de sola soledad, cuando él John supo, que la conciencia, le pesaba como a Ellence más, pero, no fue así, Ellence, una bruja hermosa, sólo quería salir hacia el mismo amor entre John y, por supuesto, con ella, Ellence. Y John enfermo, sudaba frío, y la calentura estaba a cien grados, porque la pócima sólo se debatía entre lo que restaba entre lo que más era y es. Es una sustancia, la cuál, se sentía como un veneno total entre la sangre y el interior de John. Se enfermó con la pócima llamada, “Las Amarras del Corazón”, y fueron tan fuertes como el mismo desenlace de querer amar a Ellence y él no quería eso, pues, amaba a otra en el país continuo. Se debatía entre la risa y el llanto, entre el calor y el frío, entre el cielo y el suelo, entre el infierno o el cielo, entre la verdad y la mentira, lo soslayó solo y lo cercó entre lo que era cierto e incierto. Y sudó frío, y la calentura enfrío el deseo de ver el cielo, en contra de los celos de Ellence, a favor del amor total. Y saber que la enfermedad como llega se vá, como entra al cuerpo sale. Y saber que el silencio se siente como la paz universal. Cuando se hallaba tan enfermo con esa pócima, que le dejó remanentes dolorosos, como fiebre y frío y calenturas dentro del interior cuando se tomó aquella fórmula echa por Ellence en el laboratorio de química, para poder enamorar a John. Y casi se electriza, lo que encrudece del tiempo y de la salvación, en saber que el deseo, se obtiene como lo que más se sabe que el destino es y era amar a Ellence o tomar el antídoto de desenamorar a John, el propio John. Cuando en el aire se dió lo que más enfrío, el deseo de ver en su piel el tiempo y el cielo de azul y no de gris. Cuando en el alma se debatió de inesperado deseo, en albergar lo que más se dió en el coraje de amar más. Cuando John se había enfermado de dolores crudos por la pócima llamada “Las Amarras del Corazón”. Cuando en el tiempo, sólo en el tiempo, sólo se deseó lo que más quiso mirar el cielo y sin tormenta. Cuando en el momento se dedicó en la fuerza de mirar el universo de cruda realidad y no de triste fantasía. Cuando en el alma se debió de enfríar de limpio proceder y no de un lodo en el cual el amor era la única alternativa de supervivencia autónoma. En saber que el destino es así, como lo que empieza y no termina, cuando ocurre la desolación, dentro del mismo interior, como el mismo amor en que sólo dejaba de creer John en Ellence. Y se había enamorado John de Ellence, pero, no, como ella quería, sino por la manera de crear la pócima en enamorar a Ellence. Y sin poder saber que el destino es como el libro abierto, dentro del paraíso abierto, en que se escondía el universo lleno de estrellas nuevas.
Continuará………………………………………………………………………………..