walter rafael aguero gomez

Pandemia de miedo, virus del pánico.

Un ser mínimo,

invisible,

detuvo mi ego.

Me mostró mi fragilidad.

Todo regresó a su lugar;

ahora,

me sobra el tiempo.

Busqué

entre mis memorias

la solidaridad, 

el amor,

la fe.

Siento el naufragio

de mi planeta.

Las leyes universales

como olas gigantes

se desplazan con  furia

para retomar el control;

así,

recuerdan la condición

de nuestra naturaleza, 

la igualdad.

Vienen

a limpiar el desorden,

a derribar los dioses

con pies de barro.

El dinero se desplomó,

el poder se esfumó,

la política dejó caer

sus caretas multicolores.

 Allí,

estaba mi templo.

Me detuve,

respiré y respeté.

Envuelto

en mis miedos ocultos

dejo pasar la tormenta,

mientras busco mi ser.

El permiso

para conducir mi vehículo

me lo dio el Creador.

Me reconcilio

con lo humano.

Me lavo

de la podredumbre.

La pandemia es lámpara

que muestra el camino;

corre el velo

que oculta la verdad.

Las dudas

aumentan mi fe,

las apariencias se borran

de mi entendimiento;

velos y máscaras

caen sin vida.

Envuelto en mi quietud

encuentro el antídoto,

la consciencia.

La compasión

me muestra lo distraída

que camina la gente,

hundida en la basura

de la irracionalidad.

El amor me sostiene

fluyo al Creador.