Ese espejo sobre el cual no quiero mirarme,
esa fosa que me ama en el crepúsculo
hasta llegar la aurora;
Este muerto que regresa siempre sin dolor
por su café amargo;
Son los huesos cruzando el horizonte estrecho
de su lagrima;
Detrás de mí, este traje oscuro avergonzado va,
ahogándose,
lejos de su calzado;
Sin mi costilla, sintiéndose pálido y desnudo,
sintiendo tanto miedo
que se arruga mucho como piel de fósil;
¡Soy triste, para que negarlo!
Tanto, que me escondo cuando se asoma brillando
mi alegría
¡No sería justo contigo, Magdalena! ¡No sería justo!
¡Tanto me has amado!
¡No sería feliz, si me despidiera de estas penas!
Tu rostro que alejaba mis hambrunas,
tus manos desprendidas humedecían sobre un rio
estos huesos oxidados
¡Y me subías a otro cuerpo!
Apretados, soñábamos sin remedio, extraviados
en el bosque de un par de rostros
desparramados en el silencio.
¡No sería justo contigo, Magdalena!
¡No sería feliz, si no me dolieran estas penas!