Está solo el músico contemplando el jardín, lleva días sin comer ni dormir porque la tragedia más grande que un artista puede sufrir es perder de golpe a la musa motivo de su inspiración. Él solía guardarla con celo en las cuerdas de su violín, pero una aciaga tarde, cuando el perfumado aroma a azahares inundó su estudio, cuando él estaba enfrascado practicando melodía exquisita, de entre sus dedos coqueta, su musa salió disparada después de un si sostenido y, tal vez siguiendo tan delicioso aroma cayó en medio de las fragantes gardenias.
Como amante angustiado, a seducirla procura, es tanto su llanto, es tan honda su pena que se conmueven las rocas suplicando a la joya su vuelta, mientras ella , quizás como gota brillante duerme entre sedosas corolas, o sobre esponjosos estambres
El artista, con su música capaz de arrancar el corazón a suspiros nada es sin la chispa que anima toda creación, y recuerda cómo su musa diminuta giraba y bailaba en torno a su melodía vestida de gasa, cabello de miel, ella es es su talento y el alma del violín, ella le acompañaba en esas horas melancólicas, cuando parece que el aire es un gemido continuo y el sol, por llevarse a la luna dejó huérfano a un mundo sumido en sombra y confusión, ah, pero cuando tocaba de gozo el arco iris entraba en la pieza y la musa se deslizaba por él dejando estelas plateadas, formando maravillosas figuras, pero esa aciaga noche la ventana entreabierta dejaba ver un cielo estrellado y el florido jardín, en la cúspide de la obra ella se sintió cometa y despegó al jardín.
Mi niña querida, vestida de oro, despierta de tu sueño profundo, sin ti mi mente está acosada por pensamientos inmundos.
Genio creador, más brillante que el sol, regresa a las cuerdas, a tu amado crisol.
Mi risa argentina, más alegre que abril, deja la prístina fuente, tráeme de vuelta a la vida.
Mi arcana cadencia, más embriagante que el vino, cuerpo celeste impregnada de notas, insufla mi alma.
Bendición del artista, regresa ya al violín.
Pobre artista, ya no sabe qué hacer, en el sillón un violín ha perdido su magia y en la ventana él desfallece al correr de las horas: “Pequeña, pequeña, despierta de tu cama de estambres, mira la luna tan bella, bebe si quieres el rocío que trae la noche, pero regresa pronto al violín; ¿esperas acaso la nueva mañana para que un pajarito te despierte a trinos?, no, musa querida, sin ti el tiempo es suplicio, es preferible morir”.
Quién pudiera como él bajar melodías sin fin, ahora en el marco de esa ventana, ya no habrá más mañanas teñidas de oro, sus suspiros son plumas de cuervo , son las cenizas prematuras de su vida de artista. ¿No has dormido ya suficiente? Hechicera azucena, jazmín seductor, gardenia perfumada, suelten ya de su abrazo a la musa encantada, déjenla volver al violín.
El hombre, a fuerza lamentos ha logrado ver un brillo al fondo del jardín, no es una gota miel que haya olvidado una abeja, tampoco es la lágrima conmovida de la exuberante gladiola, la bella durmiente ha abierto los ojos y no recuerda lo que pasó, pero ha visto la expresión del artista y se dispone a volver a su querido instrumento;
Cuántas melodías geniales no han salido ya de esas cuerdas delgadas, con cuánta sensibilidad la recorren esos dedos amantes, siete son las notas que conocemos multiplicadas en infinitas variantes, las musas que en el aire flotan acarician nuestros oídos si estamos atentos, benditos sean los artistas cuyas musas nos enternecen e incitan a los humanos el arte..