Amaneció hoy como pocas veces en tantos largos años. Había una sinfonía en el jardín, tenía tantas alas como pocos tenemos quizá en estos días.
Sentí una paz muy blanca recorriendo mis sentidos y recordé unas odas, esas que alguna vez leí, cuando era adolescente. \"Que descansada vida, la del que huye del mundanal ruido...\" Sí que descansada. -me dije- y mientras respiraba con las horas, cayó la tarde como cae el pensamiento en el vacío; así sin prisa; así, como no queriendo.
El otro Mundo, el de afuera, me empezó a poblar de angustia y miedo. Demasiado silencio para tan poco espacio -musité.
Tranquilo aún no es el fin del mundo- Me dijo tranquilamente el eco. .. y mientras divagaba sentí hambre; Hambre de espacios más prolijos, de música de pasos gobernando mi pupila.
Pero había una prohibición como pavesas en el aire y sólo me quedó aplacar las ansias de la emoción apuñalada, conquistando el estómago indecente, comiendo más encierro, pan y frutas arrugadas por la soledad.
Repetí el mantra de moda que hacia intermitencias con la luz del televisor. \"Quédate en casa\",\"Quédate en casa\",\"Quédate en casa\". Y cayó la noche como la piedra en el abismo y me encontró desnudo con un libro a mi vera. Tocaba aprovechar el encierro para imaginarme en el útero. Preparándome. Poniéndome a punto;para que pasado este tiempo de pausa, desconcierto y reencuentros, nacer como un hombre nuevo; con la intención aguda de conquistar el horizonte, justo el día después del final.