I
No hay razones, ni esperanzas,
cuando el mundo solo quiere, las metáforas de la aurora.
No creo, que todo siga igual entre nosotros,
¡No lo creo!, si desnuda está la luna y dividido el paraíso.
II
Y en el umbral de su quebranto
¡Qué malicia y cuál neblina!, calma la sed de sus colinas.
Si la duda, te regala una sonrisa y el desierto se levanta.
¡Qué tormentas, se desatan,
y a quién le gritan, sus hazañas!,
si el hielo, de sus glaciares, huye.
III
¡Quién se acerca a la caricia y besa la palma de sus mares!,
¡Quién al río guía, hacia su cause!,
Si el plenilunio solo esconde, de las estrellas su destello.
IV
¡Quién, al Mundo Ataca y exhibe su bandera!,
Si oprimido está, el pulmón de sus sentidos,
y destruidas, las entrañas del hombre en su vereda.
V
¡Quién, a su corazón le canta!,
Si talaron los verdes ramales de su alma,
y calcinaron, sus planicies.
¡Quién, el invierno lleva en su regazo!,
y hace gala, de los rayos del sol en sus paisajes.
¡Que delirios contemplan, la espesa frazada del secreto!.
VI
¡Quién sobrevoló, el manglar de los beatos!,
¡Quién detrás del huraño!, en el tranvía,
si los naipes conjurados llevan máscaras,
y la ruta del papel y la tinta, trajes de camelías.
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