Paulatinamente, emergiendo en amaneceres
mi alma esbozó los gestos de tu alma en su nobleza
y posándose el manto sobre la tersura de tu piel,
que esa es su cualidad -cargándose mis pensamientos tétricamente-
se proyectó en mi alma tu efigie,
mi mutismo con elocuencia irrumpió en el acto,
y en mi centro palpitó más a prisa mi corazón…
en tu cosmos habité teniendo por dosel
un cielo que se sobrepobló lustrosamente de astros,
mis locuciones empuñaron lances de fragancias
y sumergiéndome en el embeleso de mis trances
emprendí la persecución de tus vestigios,
resueltamente arribé a tu dominio, que ahora aguardas
sin blasón ni coraza dispuesta a la batalla…
conflagración de amor, que el universo atestigua
y concede que yo me encienda y que tú ardas.
Una brevedad en la eternidad ha sido bastante
para que tus ojos florezcan en mi interior,
para ansiar tu entrega en este lapso de delirio,
para afanar a tus horas y al esplendor de tu ser…
que en el desconcierto, por el sosiego de mi alma
en expectación, me baño con el ropaje de los sotos
que se enmudece anhelando probar con este disfraz
tu humedad en los labios dentro del caos de mi quietud;
sobre los páramos trazo refugios de otros dueños
para morar en el crepúsculo de un ser que ignotamente se avizora,
cada vez que a mi alma le percibo su vacuidad
más afano unir nuestra iridiscencia,
iluminar a mis días de sombra con tu brillo
y pintar mi cielo con el misticismo de tus ojos,
colorearme completamente con la tinta de tus labios,
en un acto de entrega de ambos, desde nuestro mutismo
y bajo la sonoridad de la agitación con mayor magia
por parte de nuestras integridades y así, iremos perpetuando
este sortilegio que emerge cuando nos estamos amando.
A pesar de las dimensiones en lontananza
en que nuestras esencias se han desterrado,
vivo en ti, materializándome en quimeras
que no se contienen, en inducciones y gozos… me integro
de cada aliento que reprimes, de cada pulsación
de tu interior, así, aferrándome a tus pareceres,
seré vitalmente tu necesidad, habitando en la proximidad
de tu boca para arrancarte los miedos que te has creado
en mis intentos por rosar sus bordes
y así no despilfarraré las oportunidades
de estar contigo mientras nos unificamos,
en este trayecto en el que juntos
abarcamos la eternidad de las serenidades.