Yo aprendo cada día
que tengo más defectos:
Claramente salvaje.
Temporal.
Hostil.
Algunas veces
tierno.
Yo aprendo
a desprenderme
con paciencia
de todos los objetos ya perdidos
menos un duplicado del genoma
por si la Ciencia
investiga las secuencias
de espirales de ADN
que expliquen a la gente
los motivos de mi arresto
por incendiar una cadena
de locales unisex
después de que me cortaran
allí el pelo
tras estudiarme
previamente la cabeza
un estilista
y yo a su vez el cuello
en vez de un peluquero
que hablara solo de fútbol
sin acento francés
o al menos fuera mudo.
Yo aprendo a abrirme a espacios infinitos,
sin pasar de la vía Láctea
por si debo regresar
por olvido de las claves
de los \"pines\" de los mandos
de la nave
cuando siento
una sílaba
y camino con ella de la mano
hipnotizado
con la luz que dejaron otros ojos
en la infancia
donde todo estaba por venir
y sigue en ese estado
de porvenir incierto
a no ser que llegara camuflado
a la costa gijonesa
con la remesa de
tronquitos de Alaska
mezclados con pingüinos polizones
que atravesaron
el estrecho de Drake
en un buque
de pescado congelado
fletado por Frudesa.
Me va a costar mucho
saber quién de ellos
es el que esperaba
de todo el pingüinario
donde solo se comunican
los lunes
a menos veinticinco grados
sin yo poder llevar abrigo
y además
por si esto fuera poco
lo hacen en pingüés.