¿Dónde nace y precipita?
Sería yo un necio si intentará describirla.
No soy filósofo, sicólogo o experto en cualquiera otra ciencia humana.
Tampoco teólogo, así mi curiosidad me haya llevado a leer libros sacros de judíos, indios, budistas, cristianos y mahometanos; de los cuales, he de confesar en mi creencia en la trascendencia todos son caminos aceptables en tanto no sean únicos.
Yo de la amistad solo puedo hablar por mi experiencia y he de decirlo, en mi niñez, juventud y en un buen número de años como adulto, conocí en cada una de estas etapas, por ser retraído, tuve dos o tres personas que pude llamar mis amigos y debo decir como a todos ellos los perdí en el camino. La mitad se alejaron y tal vez pudiendo volver ya no quieren. La otra mitad, por qué pudo más el mundo y de algún modo me hirieron que sentí era mejor ya su lejanía.
Más la vida a mi me dio una nueva oportunidad ya entrado en cañas de retomar o ganar nuevos amigos con el reencuentro 45 de nuestra promoción Clavería.
La he tomado con todas mis fuerzas y quiero cultivar las briznas de recuerdos que yo tengo en mi mente, que en nada se comparan a los frondosos bosques palpitantes de mis compañeros que en anécdotas hacen florecer en cada ocasión.
Yo de todos aprendo y me lleno de motivos para retomar o abrir nuevos rumbos para romper mi ostracismo, por eso siento le debo a Cheo haber puesto a mi alcance este manantial de ocasiones y experiencias al haber sido el artífice de este encuentro Claveriano.
Creo hay una especial empatía entre nosotros por algo que se denomina lealtad. Creo dársela y recibirla de su parte y no se trata de aprovecharse de la cercanía del otro sino, en pie de iguales, saberse un colaborar sincero cuando la ocasión lo amerite.