Ciega era la luz que alumbró tu súbita huida
en el verde mar del tiempo,
mientras mis palabras permanecían mudas
en el rumor del silencio.
Cuando tus rojos labios encendían el aire
y en el éter ardían tus glaciales besos,
el cándido canto de la calandria
arrancó de mi pecho suspiros lastimeros.
A las álgidas nubes se elevaron mis ayes,
en pos de ti corrieron mis dorados sueños
y en las azules alturas del amplio espacio
escuché los cálidos aromas de tus pétalos.
Negra era la luz que iluminó tu súbita huida
en el verde mar del tiempo
y morados los gemidos de mi alma
que seguían tus pasos en las alas del viento.
En las alas del viento