Cuantiosa la palabra
de aquel afanado escritor,
rezagado en gran furor
al abrir la boca que dejó
de escribir cuando fue feliz.
Entonces me dije,
prefiero mis nostalgias y mis letras,
mis pasiones que de ellas,
me han inventado un nombre que al fin de cuentas
ya olvidé.
Como escritor tan poco grato,
poeta ilusorio, miserable y tan pagano,
como lector de versos dando entrada
a mieles que al final
no endulzan la poca sensatez.
La felicidad impedirá mi tinta, mis letras y mis versos,
mis historias y mis cuentos,
mis relatos de otoño y de invierno.
¿Y el papel de pergamino,
y mis cartas sin remitente?
Afanado escritor me dijo,
que cuando sea feliz
olvidaré escribir.
Bea Ramírez