Como lo envió el destino
Con ramillete de azucenas
En un callejón estrecho y ladino
Me enamore de una Magdalena.
Del carmesí rubor de sus mejillas
Del burgundy de su labial
Fui otro nombre en su cartilla
Y otra víctima de su mirada astral.
Me enamore de la ambrosía de su boca
Y del vicioso aroma de su piel
Ilusionado por un corazón de roca
Y embelesado del turquesa del vestido aquel.
Del oropel terciopelo de su cadera
Y del matiz de sus lugubres caricias
Mujer peligrosa cual quimera
De un donaire que por demás envicia.
Fueron sus brazos impíos
Que atraparon a este corazón ligero
Por más que cálidos, les sobraba frío.
Y sus mentiras cual tenaz bracero.
Ante todas aquellas cosas,
Jamás mantendré una disputa,
me enamore pensando era hermosa,
Aun siendo ella una ¡puta!