LABERINTO
Entré en un laberinto gigantesco
cegado por los miedos habituales
de un puma que percibe aroma fresco
y el hambre es quien maneja sus rituales.
Temí por encontrar algo dantesco
y tuve los momentos más sensuales
pudiendo ver el cielo pintoresco
ungido en su rocío y sus cristales.
Sus ramas en mi pecho se clavaron:
un sumo que alimenta y le da vida
a un pobre corazón que destrozaron.
Parece ser la tierra prometida
creada por las manos, y forjaron
los ángeles buscándome guarida.
Y veo la salida,
mas, quedo aquí fundido hasta morir
por ser razón que brega mi existir.