Miguel Ángel Cisneros

El final

Todo termina cuando los brazos

no hablan el mismo idioma,

lanzan alaridos incomprensibles;

agarrados de pesas que los hacen

más fuertes de tanto levantarlas,

pero que los hunde sin regreso.

 

Todo acaba con las medias fuera de los zapatos

y los guantes agazapados en una esquina;

con el cabello cortado al ras

y las uñas menos pulcras, llenas de carne

con indicios de descomposición.

 

Todo termina cuando las sombras se dividen;

las cucharas lentas se cargan de dinamismo;

las pupilas desaguan su franqueza;

las concavidades y llanuras se aridecen;

los gatos no bajan del tejado en la noche.

 

Todo se acaba cuando las risas dejan de ser caminos

y se tornan rastrojos audibles, grillos y cigarras

descosiendo aullidos de comparsas descoordinadas por doquier.