Las viejas baldosas de la calle natal
Se asfixian en mil hojas caducas.
El otoño desarbola el gran platanal
Y todo se confunde en ocres pelucas.
La calma viral del ventisquero sureño,
Licencias del tío flaco, barbado marginal,
Que tomó mínimo lapso de un débil empeño
Si la noche no transa, misericorde, abrigo frugal.
Gloria de pentagonales parasoles umbríos
Que desde las altas copas de bolillas floridas
Calmaron el furor de los briosos estíos,
Mirador de grises palomas alimentando sus vidas.
Renuente tiempo de nutrientes savias amigas
Esperanza inmóvil del antiguo corset hibernal:
Célere debe cicatrizar las tiernas yemitas.
Lluvias, vientos, no respetan piedad del ritual.
Hojas que crujen dolores de pies presurosos
Bípedos paseantes en rostros tristones
Apuran el corto domingo de etílicos gozos
Que vendrán los maitines de lunes llorones.