\"¡Me gusta, me atrae mucho la ciencia!\",
repetía y volvía a decir con toda inocencia,
¡no sabía que ese mundo implicaba una condena!
Primero, debes reconocer que eres todo un cabeza hueca.
¡Luego, deberás de renunciar a tu modo de ver la vida!
Te sentirás solo, porque destruirás la imagen de tu entorno;
pues así es cómo uno redescubre la esencia que en sí mismo anida,
preguntándose: \"¿es todo esto real o una fantasía?\" Y ya no hay retorno.
Éste es el precio de los hombres de ciencias duras,
su deber es ser llenadores permanentes de su propio vacío.
Deben de andar a tientas por esa vida a oscuras,
¡porque una vida que no conoce la verdad no tiene sentido!
¿Y qué es la ciencia, además de la dadora de sentidos y asesina de esperanzas?
Las probabilidades de ésas tan malas que te esperan, las desgracias,
¿puede la ciencia preveerlas? Y aquí el vacío al científico mata:
nunca se llega a la verdad absoluta, sólo se aproxima a ella de forma estimada.
¡Oh; viajero que no haz de retornar del vacío científco, en paz descanses, astronauta!