Al cerrar mis opacados ojos
frente al brillo de los tuyos
que descubren, tu felicidad
y tu pasión de enamorada.
Escucho que comentas
estar de Dios agradecida
por el hombre de tu vida
que te pone contenta.
El que en tus sueños
te arrulla complaciente,
y es el dueño de la pureza
de tu cuerpo y de tu mente.
Al joven que seduces
invariablemente con tu amor,
tus caricias, tus besos,
y tu mirar, todo candor.
Al abrir mis ojos
vi que ya no estabas,
tal vez en el andar
descubriste la verdad.
Soy alguien que dista
mucho del que idealizas
cuando me corporizas
con ilusiones de artista.
No soy a quien amas,
sino aquel que imaginas
perfecto cuando sueñas
y no merece tus caricias.
Es la inefable decepción
que conlleva la imaginación
cuando ofrece con pasión
lo que pide el corazón.
Si no lo hallas hoy, llorando,
quizás sea mañana o pasado
porque alguien está esperando
para reescribir lo borrado.