Al borde del precipicio
se encontró un alma dolida,
la noche como suplicio,
fugaz suspendió su vida
y le silenció el bullicio.
Al filo de las barrancas
se vio el corazón contrito,
y un collar de nubes llancas,
deslizaron con su grito
un ramo de rosas blancas.
Al borde de aquel vacío
tenía la vida en penas,
sufriendo el calor bravío,
que le quemaba sus venas
soñando en aguas de un río.
Llegando la madrugada
se apagó la dulce estrella,
con su boquita cerrada
y su carita muy bella,
que le será recordada.
La tristeza hoy le cobija
a la familia doliente;
todos sufren junto a su hija,
que ha sido siempre valiente,
porque Dios le regocija.