Pisadas que van pasando
polvorientas por los caminos
desiertos.
Por las grietas del silencio,
por la tiniebla enfangada
en el umbral de mi tiempo.
Pisadas que no se oyen
ni se ven en los senderos,
envueltas en mil historias;
reflejos de un momento
que se oculta en el sempiterno
rastro de la boca del camino.
Pisadas dejando huellas
en las aceras perdidas
del centro del corazón.
Los sentidos de la tarde
olfatean, encuentran y siguen
su dirección.
Pisadas estremecidas por un
rayito de sol.
Endurecidas por caminantes perennes
desaparecen a media tarde
con la vuelta repentina
del solano arrasador.
Pisadas extravertidas de zapatillas
de tela,
hundidas en los bordes arenosos
de las cunetas olvidadas.
Pisadas en mi interior
cuando golpea el lamento,
cuando el frío es intenso
y nunca llega el ocaso.
Cuando la luna se oculta
y la soledad se engancha
alrededor de mi cuerpo...