Cae la vestimenta -de tu dermis- cuando te acaricio,
y en la firmeza de mi ser se exaltan tus cumbres,
donde pulula el polen de las ninfas con rumor de enormidad…
¡oh valquiria!, que agradablemente tienes los hábitos
de cabalgar sobre mis llanuras donde enciendes delirios
de efervescencia, con libertad y plenitud palpas lo que se oculta
dentro de mi ser y que te aguarda para unir nuestras naturalezas
entre gimoteos y sollozos sobre el altar que ausculto
en tu vientre, donde hallan los dioses complacencias…
¡oh guerrera!, transmútate en la deidad de mis ensueños,
quedando en posesión de la flecha que injerté en tus entrañas,
que el premio del cielo por la locura de tus empeños
es el éxtasis que de ti se derrama y así me empapas
de tu sensualidad en el sortilegio de tus pergeños.
Al tiempo que en la amplitud del cielo su negrura se acentuaba,
lo hacían también las memorias de los romances,
languidecía el resplandor en la alcoba que nos guarecía,
la habitación tétricamente detallaba los pormenores,
y tú, inundándote del afán de saber acerca de tu destino,
con el sollozo que se atascó en tu cogote con su perturbación,
veías desdibujarse tu alma como el fuego
de un farol que por el ventarrón se ha extinguido,
proferí aquello que tú jamás hubieras dado crédito,
con el cansancio de verter el llanto al voltear hacia el cielo
y con el agobio de ser presa de la aflicción que se reitera,
desistí, y opté por recular en mis osadías,
sabiendo que por ello se humedecían tus ojos,
‘no puedo más’ asentí y propicié el desgarre
en tus entrañas, nublando al sol de tu ventura,
quedamos los dos con más desquicio en la noche,
no tenía caso que con obstinación a ti me ate,
si siempre nos hostiga el embate de la espesura
bajo el manto de la oscuridad… ahora marcaremos un beso
en la cara de la luna, para que al pausar nuestro idilio
sea ella quien llore nuestra suerte llena de amargura.
Si me voy, si me pierdes, la vida sin mí
será para ti, ser de belleza, una vida que hiere,
si tomo en mi camino alternamente un rumbo,
¿para qué vivirías, mujer, sin el frenesí?,
si mi presencia es causal de tu felicidad,
si otras compañías de ti me apartan,
¿acaso no esquivaremos los males que nos aquejan?,
mi amor se perpetúa, es para toda la eternidad,
no te arriesgues a dejarme marchar,
si estamos destinados para podernos amar.
Después de mí, ¿qué harás después de mí?
no hay posibilidad de borrar de la memoria el vestigio
de un beso que tórridamente es impronta de color escarlata,
y en verdad deshacer una vida es sin duda una contienda…
las invocaciones de tu corazón atraerán ensueños
y en ellas irrumpiré todas tus noches de cansancio,
poniendo nubarrones para cubrir las esferas
que cintilan en tu cielo, y en la turbulencia por las aguas
del afluente, en el que nos amamos sin mesura,
se emitirán suspiros que se remontarán hacia la luna,
para que con sus lamentos ilumine tus ratos de descontrol,
que como la llama de nuestro amor no habrá ninguna.
De tus amores fuiste siempre la oferta más valorada,
te endilgaron cualidades inverosímilmente, y las creíste,
y ahora mujer, que la felonía del juego has descubierto,
¿quién realmente valoró el embeleso de tu alma?,
el amor es más que unos caracteres para comparar,
el amor es de pureza, es de incondicionalidad, es de transparencia,
ya no te dejes enmarañar por quien amor te finja,
ama libremente, ama siempre, tan sólo por el privilegio de amar.