Cuando hemos estado juntos,
en esta vida saturada de infortunios
y reveses inesperados,
hemos sido tan felices...
que el recordarlo me hace aplacar
mi gran tristeza.
Pensando en ti, todo cambia,
me transforma, me lleva a ser un hombre
con esperanzas, a pesar de tu partida.
La vida te separó de la mía.
Dios te llamó, y tú has ido a su encuentro.
Tienes la felicidad de estar junto a Él.
Ni tú ni Él están físicamente presentes
en mi diario vivir.
Pero aunque dolor en el alma tengo,
aflicción, angustia, soledad,
rabias y broncas...
todo esto lo acepto.
En vida siempre te decía
que había que aceptar
los reveses cotidianos.
Eso fue en tiempo pasado.
Y ahora es mi tiempo presente,
y lo que decía, debo llevarlo a cabo
en mi actual existencia.
De lo contrario, quisiera de verdad
no estar más en este mundo.
Cuando desaparece de la vida de un ser
\"su otro ser\", la vida cambia.
Nuestra existencia ya no es la misma
de la que teníamos en tiempo pasado.
El presente es éste.
Una realidad.
Real realidad que debo aceptar,
aunque llore por dentro.
Aplaco mi tristeza pensando en ti,
para que mi vida sea más llevadera.
Sentir que no has partido
hacia el viaje definitivo.
Sentir que estás junto a mí,
como antes, cuando nuestra felicidad
era total porque ambos nos teníamos
uno al otro.
Muchas noches me acuesto,
y te imagino a mi lado.
Palpo con mis manos
el lado en que tú te acostabas...
y allí existe un vacío... tu ausencia.
He tenido muchas noches tristes,
y muchas de ellas he llorado tu ausencia.
Pienso en ti, pienso en Jesús.
Y este pensamiento me hace tener
la ilusión en mi alma
de que los dos están junto a mí,
acompañándome en mi soledad.
Una soledad aceptada, resignada.
Tú sigues viviendo en mi alma,
como si estuvieses realmente presente.
Aplaco mi tristeza pensando en ti.
Pensar en el ser amado,
que ya no está en este mundo,
me hace más llevadera la vida.
Oh, cuánto te extraño, mi amor ausente...
y presente, aunque no estés a mi lado, de verdad.
Mi corazón está latiendo aún,
porque tu presencia está en todo mi ser...
en todo mi cuerpo...
en mi mente...
En mis manos siento las tuyas,
como cuando ambos nos la entregábamos.
Al acostarme, extiendo mi mano
hacia donde tú estabas en la cama,
y siento el contacto de la tuya...
Cierro mis ojos, trato de dormir,
y lo logro, porque tú, aún sigues
estando en mí...
Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto - 20/07/2013)