Me gustan las formas que no tienen contenido.
Porque, aunque lo tuvieran, ¿de qué le serviría
al ojo humano?
Por eso persisto en embriagarme de continente,
que no de contenido.
Me gustan las formas que se hunden,
que se deshabitan, que son nulidades
de entornos maravillosos- esas largas
colinas, aquellos otros cerros, pequeños oteros-.
Y ya lo he dicho todo-.
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