Al caer, nuestros cuerpos nacen.
Perdemos la vida
solamente para recuperarla.
En caída bailamos
al son de músicas
de vientos mansos.
O galopamos al
filo de ventarrones
que nos llevan a morir
en otros lugares.
En ocasiones, descansamos
sobre hamacas verdes,
desprendidas como brazos,
de gigantes, abiertos
a nuestro roce.
Siempre somos enterradas
en el mismo cementerio.
Cuando sentimos calor,
el alma asciende.