Sutilmente las ansias del cuerpo
Van cavando sus propios abismos
recordando el pavor de los cuervos
las mañanas azules, los trinos.
Estas horas que acaban mezcladas
como llanto en dos jarras de vino
son aún nada que llevan y abrigan
un desánimo ajeno
Conductores suicidas de sombras
en los palos que muelen al alma
no se duelen aún cuando les toca
o les diga -ya calma-
Sólo brotan a raudas pupilas
que se esconden de tristes miradas,
en el exilio siniestro que ordena
el olvido
¿Qué ha de ser mi corazón tan lejos?.
Marchitando el intento de vida
ya no quiero sangrar más pasiones
he secado mi fuente de plata
de cristales, de piel, de martillo
de algodón, de sonrisa escarlata.