Recuerdo cuando a muy corta edad miraba las estrellas, la contemplación siempre terminaba agotando mi comprensión, era una suerte de fascinación sin respuesta, envuelto en viajes infinitos que me llevaban de un sueño a otro, con una perpetuidad alucinante y sin fin, sin otro resultado que el goce total por estar vivo.
Eran noches escondidas en el tiempo, en algún cielo por allí perdido de mi infancia; la dicha era aún mayor si alguna estrella fugaz se atravesaba en el firmamento, tengo mala memoria, pero estos tiempos, siempre me hicieron muy feliz.
Tanto tengo para agradecer por aquellos años, que muchas veces en solitario y sentadito en la vereda, mi rostro se perdía en el universo, con la mirada atenta, y así, logre llenarme con todo el universo y su infinitud... hasta llegar el agobio total de todo mi ser.