Quererte como aliento ahogado en el silencio,
Como rocío plañidero sobre las rosas,
Quererte en tu amoroso latido sobre mi pecho,
Y en el tibio abrazo sin decirte cuanto te quiero.
Quererte bajo la sombra de un Ponciano,
o bajo el manto del abrigo de tus brazos,
Quererte en la distancia que me mata,
Y en la cercanía de nuestra piel, que aún es distante.
Quererte por tus recuerdos, por tus risas y tus besos,
Quererte toda, por trocitos mordidos en el tiempo,
Y por el tacto aromado,
De tus manos en mi pecho.
Quererte...
Como si nunca antes de ti hubiera querido tanto,
Porque fuiste mi principio,
Y hoy eres mi prólogo sacro.
Quererte de esta forma y a mi manera,
Porque no hay poema donde no te piense,
Ni alegría donde no recuerde tu sonrisa,
Porque quererte como mi principio y mi prólogo,
Ha sido lo mejor que se haya escrito,
Quererte porque eres Musa y Dátil fresco entre mis labios,
Y suave caricia de cariño...
De tu Amor sobre mis manos.
Quererte así...
Como el principio de mi todo en las mañanas,
Y el prólogo de mi Alma, en cada madrugada.