Ya no recorro este mundo en aventuras
pues mis huesos herrumbrados no se animan,
setenta y cuatro almanaques cargo encima
y por cierto está oxidada la armadura.
Supe afrontar con valor las contingencias
que en el trayecto me imponía el destino,
mas circula ahora un virus asesino
y aconsejan que marchemos con prudencia.
Ya no veré a los piratas del caribe
ni a las tribus cazadoras de cabezas,
no me veré peleando con fiereza
con aquellos que hacia el mal son muy proclives.
Ni siquiera combatiendo a los beduinos
que asaltaban con crueldad a los viajeros
y tampoco con mi traje de torero
enfrentando a un toro bravo y asesino.
No surcaré más por el mundo los mares
por tropezar con lejanos continentes,
ni andaré con mi camello por oriente
por sajar la cabeza de algún tuareg.
Podrán verme ahora como un prisionero
que ignora encerrado cuál es su destino,
pues quiso el albur poner en su camino
la cruel penitencia de un germen artero.
Jorge Horacio Richino
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