Quiero encadenar
tus abrazos
a mi cruz pagana,
succionar tu idioma
con mi palabra pervertida.
Que sea la elasticidad de mi aliento
la que eclipse tu regazo,
que mis ventanas
desgarren las fibras
de tus pergaminos.
Y así, tan despacio como mi paciencia,
pero tan corto
como el haiku de tu desespero,
que el tiempo haga su trabajo
y esfume el velo de nuestros templos.
A estas alturas, mis horizontes
ya habrán estimulado
tus ávidos y longevos hitos,
mientras tanto, las manecillas de tus relojes
ya habrán poseído
el caudaloso conjunto de mi río.
Con ese instante pequeño y gigante,
con la sonoridad de mis cuerdas
que le cantan a tus pabellones,
con esos grotescos poemas embalsamados,
hacernos tendenciosos y calmados,
suicidas y serenos.
El sereno cálido de tu insensata morada,
no conoció la embestida de mis primaveras,
no fué necesario,
pero coronamos el éxtasis
de tu ocaso maduro
y mi vertiente inexperta.
© El Yarawix