Me gusta escuchar los ruidos cotidianos
de la casa de mi madre apenas despierto
somnolienta la imagino
caminando por la casa, atenta
calentando el agua para los primeros mates
mientras el lavarropas gira y gira
llenando los pedacitos con su olor a espuma y coco.
Siento como la regadera moja la tierra burbujeante
mientras brotan las flores
lo siento muy cerca
como si estuviese sucediendo justo en los huecos de mis orejas.
Y se me eriza la piel cuando el aroma de los panes tostados
traspasan los pelos de mi nariz sin mucho esfuerzo
y me recuerdan mi infancia
me recuerdo chiquita y hambrienta
devorando los panes y vaciando las tazas anchas de mate cocido con leche
Y mientras me levanto se me vienen a la mente
imágenes antiguas
me veo siempre sola, con los ojos perdidos en algún plato
yo comía mucho, comía para distraer a la tristeza
para que la soledad no me sienta tan vulnerable como para envolverme
se me vienen a la mente los bizcochitos ovalados que tenían sabor a la casa de la abuela,
que nunca pude parar de comer.
Y la perra chiquita y gordita
que vi morir por comer en demasía, murió ahogada
y recuerdo el miedo de pensarme muerta
por triste o por insaciable.
Me gusta el ruido a cotidianidad que hay en la casa de mi madre
Me recuerda que ayer también fui yo.