DESPERTÉ
No sé en qué momento, por descuido,
mis ojos se cerraron un instante;
tal vez un sueño gris hubo vencido
la infancia que caía por decante.
Presiento haber quedado muy dormido
creyendo que la luna era mi amante
y siempre con su brillo enardecido
eterno dejaría a mi semblante.
Y cuando desperté, frente al espejo
detuve la mirada inquisidora
tentada de pedirle algún consejo.
La luna sigue allí, encantadora,
me mira pero sabe que estoy viejo
sin nada para hacer por mi demora.
Y sigue a quién la adora,
mas, nunca será eterna compañía
del tiempo que se impone en nuestra vía.