Tus manos, que el espejo inmoviliza
en la duda de un sueño, las recuerdo
en otro sueño, en el que encuentro y pierdo
su imagen. Enredadas por la brisa
del tiempo, no se rinden. Un perverso
juego de olas las junta a esta ribera
y las aleja, para que se mueran
en el azar donde renacen verso.
Su transparente carne no es la misma
que asedia este instante congelado
en la orilla de un mar que las abisma.
¿Qué fin puede tener el obstinado
su desvelo? Están ellas muriendo
en la vida y en la muerte renaciendo.